BARRO 4 - 0 SPORTING CLUB PORTONOVO

Hoy os voy a confesar que me ha costado ponerme a escribir la crónica del partido de ayer. Me he visto sin ganas y sin ilusión después de ver lo mismo que se pudo ver contra el Verducido o contra el Cesantes. Y es que uno acaba cansado de ir a los partidos, rodearse prácticamente de aficionados del equipo contrario y ver como al final todos se acaban mofando, y riéndose de la imagen del equipo delante de tus narices, pegándote en lo más profundo del orgullo. Eso cansa, eso y tener que recurrir a la nostálgica historia del Sporting para describir una situación a corregir.
Muchos recordareis resultados como el de ayer en la reciente historia del equipo, pero en otras circunstancias. Normalmente cuando se encajaba una derrota de este estilo era porque el equipo salía sin concentración y le clavaban un par de goles al empezar, fruto de que la gente iba a los partidos a pasarlo bien más que a ganar, pero a esto el equipo respondía con personalidad y se intentaba jugar (que era a lo que íbamos). Afortunadamente esa circunstancia que marcaba muchos partidos ahora no se da y la gente lucha desde un principio, pero por contra, a lo que el contrario marca el primer gol, casi siempre por un despiste tonto, el castillo se viene abajo como una estructura de paja. Hay un antes y un después desde que el contrario marca su primer gol, incluso cuando vamos ganando y empatan. Es una maldición que cae sobre todos los jugadores, que como pollos sin cabeza, empiezan a correr sin sentido por todo el campo persiguiendo el balón y queriendo resolver el partido de forma individual.
Una y otra vez se desordenan las líneas, se baja la presión, se llega tarde, se falla en los despejes, no se salta de cabeza, se protesta todo al arbitro y desaparece el compañerismo.
En definitiva, que lo dicho después del partido contra el Cesantes sigue siendo la crónica de esta semana, con la única diferencia de que en este partido se aguantó el 0-0 en la primera parte.